5.5.08

UN POQUITO DE ESTÉTICA

Esta primera publicación esta dedicada a mis sobrinos Manolo, Sandra y Luz, quienes me enseñaron que el estar por unos segundos al borde del infarto, puede arrancarte una sonrisa. Gracias cabroncitos.

Debo confesarles que no creo en el amor de pareja. Para mí, todo se reduce a una eterna búsqueda por encontrar quien llene nuestras carencias y necesidades. Aún así en muy raras ocasiones, si nos encontramos en el momento y el lugar adecuado, y si los astros se alinean en armonía con el universo, puede ocurrir algo parecido al amor.
Esto nació en un Soriana. Si, en un pinche y rascuache Soriana.


SENTIDO DE LA ESTETICA
Carlos Román Cárdenas

Si al menos hubieran tenido un poco de sentido de la estética. Desgraciadamente, la vida no se compone de secuencias, no corre a veinticuatro cuadros por segundo, ni lleva de fondo nuestras canciones favoritas. No, esto era una simple separación. De ésas que duelen y nos hacen sentir vivos. Lo suficientemente vivos como para sentir la agonía del abandono, del no pertenecer.
También hubieran podido escoger otro lugar, pero no. Ahí estaban, sentaditos en una triste mesa de una zona de comedores del pinche Soriana. Eso si, muy metidos en sus personajes. Se tomaban de las manos y en sus caras se dibujaban muecas de dolor. Era la escena perfecta de no ser por nosotros, los espectadores. A su izquierda estaban unas güercas de prepa, de las cuales sólo una seguía atentamente la acción. De frente, una pareja con dos niños. Atrasito de ellos, yo y mis gorditas de cochina pibil, y a mi lado, una güerita de unos quince años, muy chula por cierto. Había mas gente pero ni atención les ponían, sólo una mirada curiosa de vez en cuando. En fin, pasaron unos diez minutos y llegó el momento. Debieron verlo. Se levantaron, se abrazaron y así se quedaron durante mucho tiempo. Los ojos cerrados, como deseando un poco de privacidad para su pérdida. Una privacidad que en ése lugar era imposible. Ni modo, ¿quién les manda haber escogido ése lugar? Ellos se habían convertido en figuras públicas y nosotros éramos sus paparazzi región cuatro. No era justo. Un final así merecía una mejor escenografía, un mejor público. La pareja que estaba frente a mi hacía comentarios y se reía. No se de qué, si se veían miserables. La niña de prepa seguía atenta, sus compañeras con la vista pegada a los mensajitos de sus celulares. Los ojos de la güerita se llenaron de lágrimas y yo me contagié; aunque todavía no sé si fue eso, o el gas de mi coca fría. El caso es que por un momento me acordé de ti… ellos deshicieron su abrazo y algo se rompió… de la vez que me contaste de sus eternos silencios… avanzaron algunos metros y volvieron a abrazarse, pero esta vez fue mas teatral, mas montado… de cómo pasaban días enteros sin dirigirse la palabra… duraron así quizá otros diez minutos… y al contarme eso yo te imaginaba triste, en tu casita con piso de duela… se volvieron a separar y ahí fue donde echaron a perder la escena, ¡corte!… de que la lluvia te hacía feliz porque te recordaba ésas tardes con tu abuelita y de cómo a partir de ése momento, vi los días nublados de otra manera… se suponía que cada quien debía irse por su lado, caminar por distintos pasillos del centro comercial y dejar que la gente sintiera su pena, ¡ah no, pero uno de ellos tenía que regarla!, ¡miró su reloj y al ver que todavía era temprano, decidió seguir al otro!… de que te gustaba dormir con una almohada entre ustedes, pero que de vez en cuando todavía hacían el amor; que yo imaginaba ésos encuentros de lo mas insípidos, quizá sólo pa’ consolarme, o para convencerme de que yo te podía amar distinto, mejor… ¡entiendan!, ¡cada quien debía irse por su lado, llegar a su carro o camioneta, prender el radio e ir todo el camino tratando de acomodar su realidad a las canciones que toca!, ¡no, no importaba el género! Pudo haber sido una cumbia, una rola de Oasis o un bolero norteño, ¡¿pero que chingados les pasa?!... que yo nunca iba a estar callado, que conmigo ibas a poder platicar de lo que quisieras… ¡no, ya no!, ¡ya la cagaron!, ¡quince minutos de descanso!... todo eso si al menos, hubieramos tenido un poquito de sentido de la estética.

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