5.5.08

El Diablo

Una noche soñé con el diablo y surgió esta complicada historia, intenté descifrar qué o quién decide a dónde va a parar tu atormentada alma cuando mueres…no concluí nada pero he decidido que no me arriesgaré caminando por el cordón de la banqueta tentando al diablo…


No vaya a ser que pase el diablo y te lleve…
Teté Tovar

Siempre hay que caminar por el lado central de la acera, nunca por la orilla interior, mucho menos por el cordón de la banqueta, no vaya a ser que pase el diablo y te lleve. Ridículo tal vez, pero desde niño siempre ha sido mi miedo, mi madre me lo repetía cada vez que salía para la escuela y yo obedecía sin chistar, siempre he sido miedoso. Hoy después de tanto tiempo, olvidé la recomendación materna y caminé sin pensar por la orilla interior, otra persona al igual que yo, hizo lo mismo, vi como de pronto, me miro fijamente y desapareció. Así sin más; creí que chocaría con él pero no fue así, desapareció.
Creo que mi madre tenía razón, se lo llevó el diablo, sólo pude ver sus ojos un segundo angustiante y lleno de terror. Desperté en mi cama, todo a mí alrededor estaba en penumbra y sólo entraba la poca luz del anuncio del motel de enfrente. Todo fue un sueño, en ningún momento olvidé caminar en la parte central de la acera. Pero fue extraña la mirada de ese hombre, sus ojos pidiendo ayuda, su desaparición precipitada. Quedo en mi mente su imagen, decidí levantarme e iniciar mi día aunque fuera un poco más temprano de lo normal. Entré a la regadera, abrí la llave y el vapor empezó a inundar la habitación. Me di un baño largo y lento, tenía tiempo de sobra. Al terminar colgué la toalla en el gancho y me vi en el espejo, de pronto, a un lado, sobre mi hombro vi aquél hombre, sus ojos, esos mismos ojos que me vieron por un segundo en mi sueño. Me espanté, cerré los ojos por reflejo, los abrí y ya no estaba ahí. Vaya, pensé para mi, me ha impresionado el sueño. Decidí salir del baño para cambiarme y alistarme. Caminé a la cocina y puse café, encendí la cafetera y fui a buscar una taza; cuando volví la cafetera estaba apagada, tal vez olvidé prenderla.
El día está lluvioso, extiendo mi paraguas y empiezo a caminar, de repente recordé, por en medio, por en medio. Había caminado casi dos cuadras ensimismado en lo mío, cuando de pronto, me sorprendió verlo ahí viniendo hacia mí, pasó a mi lado y ni siquiera volteo a mirarme. Fue muy desconcertante, aunque pensándolo bien no nos conocemos ni nos hemos visto jamás, así que no tiene porque voltear a verme y mucho menos saludarme. Vi como se alejaba como con prisa, ensimismado también. Continué mi camino, dos, tres cuadras más y habré llegado a mi trabajo. Soy periodista o al menos eso intento, trabajo en un periódico de nueve de la mañana hasta que el cuerpo aguante, algunos días aguanta más que otros. La paga no es mucha pero me da la oportunidad de conocer mucha gente, muchas formas de pensar. Porqué empecé a contar mi vida si no tiene relevancia aquí, tal vez estoy intentando explicar el porqué pienso tanto.
Se han marchado casi todos en la oficina, claro que hay gente pero en otros departamentos, en éste todos se han marchado. De repente he escuchado un ruido en la oficina de alado, fui a ver si alguien estaba ahí todavía pero no, no había nadie. Camino de regreso a mi área cuando en el reflejo del ventanal vuelvo a ver a aquél hombre, aquellos ojos llenos de terror. Me invade un miedo enorme, tomo mis cosas y me dirijo a las escaleras para alejarme pronto de ahí. Ya afuera me siento a salvo, camino siguiendo mis pasos tempraneros hacia mi casa. No era muy tarde, ya pasado el susto decidí pasar a comprar algo para cenar. Caminé lentamente observando a la gente que caminaba a mi lado, de pronto por la orilla exterior de la banqueta vi a una mujer, sus ojos eran muy bellos pero reflejaban una enorme tristeza, me miro como si me conociera, una lágrima rodó por su rostro y desapareció. Nuevamente una rara sensación invadió mi cuerpo, empecé a buscarla, a tratar de encontrarla entre la gente pero no estaba, de pronto mis ojos se cruzaron con los de él nuevamente, venía caminando en sentido contrario al mío; se detuvo y me miro, quieres saber en dónde está, me preguntó, sólo asentí, mira bajo tus pies, me contestó. Bajé la mirada y fue aterradora la escena, bajo mis paralizados pies no había nada, tan sólo un abismo lleno de luz que parecía fuego, no sé exactamente que era; entre tanta confusión vi los ojos de aquél hombre y su mano señalando en otra dirección, voltee hacia donde me indicaba y ahí estaba la mujer, mirándome con esos ojos tristes intentando decir algo, de pronto esa imagen se cerró a mis pies y todo volvió a ser acera. Levanté la cabeza para ver a aquél hombre pero se había ido. Al fin pude moverme, lo hice con rapidez alejándome lo más posible de aquello, de esa imagen tan espeluznante.
Llegué a casa y al entrar vi sobre la mesa un sobre, un sobre que había estado esperando durante tanto tiempo en ese sobre estaba mi vida, mi salud. Me daba miedo abrirlo pero no me quedo de otra, sino era yo, quién entonces. Lo que tanto temí, estoy mal, es algo grave. Salgo en ese momento a ver al médico no me fije si cerré la puerta o no, no me importa yo necesito saber ahora que sucede conmigo no me siento tan mal, ya hasta lo había olvidado. Pase, me dice el médico, permítame los resultados; el médico se queda mudo, demasiado callado, sus ojos no dan crédito a lo que ven. Usted está muy mal, siento decirle que debe arreglar sus asuntos pendientes, no hay cura para su mal, disfrute al máximo lo que le queda de vida e intente ser feliz. Mi mente aún no registra la gravedad del asunto, sólo sé que moriré y que no quiero morirme, al menos no ahora, no tan pronto. Salgo de ahí sin siquiera poder articular palabra, no hay una lágrima en mi rostro, sólo miedo y desolación. Pongo un pie en la acera y ahí está nuevamente, lo ignoro, ahora soy yo quien pasa cerca de él sin siquiera mirarlo.
Pensando en como mi salud se resquebraja y como me estoy pudriendo de a poco, otro pensamiento y una sensación de terror se apoderan de mi cuando esos ojos vuelven a mirarme desde el reflejo de la ventana de la sala, no entiendo el porqué veo a ese hombre en todas partes y entonces recuerdo a la mujer, quién era ella. Sé que algo tiene que decirme, tengo la sensación de que ellos saben lo que me sucede, saben que es algo malo, bastante grave. Porqué será que aparece y desaparece, porqué esa mujer volteo a verme con tanta tristeza para desaparecer. No hay más, me voy a la cama sin pensar nada más. Ahí está ella nuevamente y él, él también no perderé tiempo le preguntaré. Antes de poder abrir la boca me dice, búscame, estaré esperándote. Nuevamente esa sensación de incertidumbre, de miedo, no importa, lo buscaré. Me he olvidado por completo del trabajo, tendré que ir allá primero a ver si hay alguna novedad, alguna “misión”. Llego a la oficina y todos en su mundo, nadie notó mi retraso, en mi afán de encontrar a aquél hombre en mis sueños no he querido despertar y se me ha hecho tarde. Que bueno que nadie me ha notado, así podré salir a la calle nuevamente y empezar mi búsqueda de este hombre, ya no sé si es real o sólo un sueño. Bajo el escalón del periódico y para mi sorpresa ahí está el hombre, recargado en la pared como esperando, me acerco a él y me dice, sígueme, lo sigo pero va con tanta prisa y por la orilla interior de la banqueta que mi miedo hace que me quede un poco atrás pero no lo pierdo de vista. Da vuelta en una esquina y entra en un cementerio, mi primera reacción fue detenerme, qué voy a hacer en un panteón, quién es ese hombre me detengo por una fracción de segundo y mis pies siguen sus pasos, él voltea de vez en cuando a ver si lo estoy siguiendo y continua su apresurado camino; cuando al fin le doy alcance, lo veo ahí sentado en una lápida.
Mi historia comienza así, una mañana de verano me levanté temprano como tantas veces, como todos los días para ir a mi trabajo, a mi lado descansaba la mujer que amaba cuya salud se minaba día a día. Yo hice de todo, busqué los mejores médicos y los remedios más extraños pero su enfermedad era tan rara, nadie jamás la había padecido, por lo tanto no había forma de aliviar su malestar. Una mañana, caminado hacia el trabajo me topé con él, un ser tan normal y al mismo tiempo tan misterioso que no vi de donde salió. Después de mirarnos a los ojos en varias ocasiones, me pidió que lo buscara, eso hice y me trajo hasta aquí. Me preguntó si quería que mi esposa se aliviara, que si deseaba encontrar un remedio, le dije que si. Véndeme tu alma, me dijo, el precio que te pagaré será su recuperación, su bienestar. No tendrás que preocuparte más por médicos y medicinas, que no resuelven nada porque yo quiero tu alma, por eso te he buscado. Mi primera reacción fue una negativa, pero ya no podía ver a mi mujer sufriendo de esa forma así que acepté. En ese momento se abrió un abismo a mis pies, vi el fuego abrazar a otros seres, vi en sus ojos la angustia de verse perdidos, me vi a mi mismo entre esas almas vendidas; aquí estará tu alma, me la has dado a cambio de la salud de tu esposa. Quise dar vuelta atrás, quise decirle que no podía. Pero todo fue inútil; ahí no terminaba todo, además me dijo, saldrás a la calle a traer más almas compungidas más almas sin remedio. Caminarás día a día por las banquetas de la ciudad, lo harás por dentro que ahí están las almas que he obtenido, si no puedes convencer a ninguna de venderme su alma, las irás llevando a la orilla que yo pasaré cerca y me la robaré, sólo que tienen que ser almas dudosas, almas desoladas, almas sin remedio para que sean mas fáciles de tomar. Esa era la condición para que yo permaneciera en la tierra, para no ir a ese lugar porque he de confesarle algo, estoy muerto. Mi sorpresa fue enorme, no supe que decir, decirme eso en ese lugar era demasiado para mis nervios. Si, estoy muerto, después de aquél encuentro con ese hombre o ser, volví a casa y mi mujer era otra, feliz, curada, libre. No me percaté que al vender mi alma, vendí mi cuerpo. A partir de ese día mi salud se fue a pique y no había remedio, mi alma ya no la podía vender, vendida estaba. Así fue que amanecí muerto, como dormido creo, en realidad no tengo noción de que pasó, sólo sé que a partir de entonces recorro las calles de la ciudad en busca de almas que estén desahuciadas, necesitadas física y moralmente. Que estén dispuestas a vender su alma al diablo por una solución. Fue en una de esas que me topé contigo, sólo con verte me di cuenta que eras un necesitado. Sé que sufres, que no encuentras solución a tu problema y te he escuchado pensar si vendiera mi alma al diablo. Pues bien, aquí estamos.
No se por donde empezar, no tengo idea, le dije que me diera tiempo de pensarlo, que me permitiera organizarme antes de hacerlo. La podredumbre avanza dentro de mí, me carcome hasta el espíritu, los dolores antes tolerables se han vuelto insoportables, no creí que todo sucediera tan rápido. Bien, está decidido, la próxima vez que le vea le diré que está bien, que se lleve mi alma, que haga lo que quiera con ella pero que mi cuerpo lo deje en paz; casi estoy seguro que es su culpa esto que me pasa. Seguro a mi no me pasará lo que a él, tomará sólo mi alma porque en mi caso es mi cuerpo el que está enfermo así que no moriré después de entregarla. Me preparo un café y me voy a la cama a leer parte de unos reportes que tengo que preparar para entregar, le doy sorbos a mi café mientras leo un poco. Ahí está, parado justo en la ventana, tiene esa mirada, me ha contado toda su historia y no logro entender su mirada. Bueno ya has decidido, preguntó, no tenemos mucho tiempo como te has dado cuenta te pudres rápido. Si, lo he decidido, véndele mi alma al diablo dile que se la lleve pero que me devuelva la salud. De pronto, el piso se desvaneció, comenzó a oler a azufre, a amoniaco, a podrido, no sé exactamente a que, pero era un olor insoportable, escuche llantos y lamentos como jamás los había escuchado; las imágenes que paseaban frente eran aterradoras, la mejor imagen del infierno que haya imaginado jamás, dentro de mi sentía un miedo horrible una sensación de tristeza enorme, era una mezcla bastante extraña de sentimientos. Quería huir de ahí pero era demasiado tarde me dijo él, tu alma ya está vendida.
Abrí los ojos y estaba en mi cama el sol entraba por la ventana y todo estaba en calma. Todo ha sido un mal sueño, me dije y me repetí a mi mismo. Me levanté y fui a la regadera, abrí la llave y empezó a llenarse de vapor el baño, todo está bien, todo fue un sueño. Me visto a medias y voy a la cocina a buscar café, mis ojos no pueden dar crédito, sobre la mesa está un papel, me acerco y con terror me doy cuenta de que son los resultados, esos que pensé eran una pesadilla. Los tomo con manos temblorosas y vuelvo a leerlos, sigo sin dar crédito a que todo lo vivido anoche es real, mi cabeza da vueltas, mi respiración se acelera, término tumbado en el sofá. Qué he hecho Dios mío, he entregado mi alma al diablo, en qué me he metido. No termino de comprender hasta donde llega todo esto. Termino mi café y salgo de casa a buscar a ese hombre, a ese que me convenció de venderle mi alma al diablo; miro a un lado y a otro de la calle, no está por ninguna parte, de pronto la veo a ella, a la mujer que tantas veces he visto, me acerco a ella le toco un hombro y nuevamente voltea a verme con una tristeza enorme, ahora es una tristeza mezclada con terror. Doy un brinco hacia atrás, no he podido sostener esa mirada, ¿qué has hecho me pregunta, sabes en lo que te has metido? Sólo atiné a mover la cabeza de lado a lado, había enmudecido, su voz era tan dulce. Aún no sabes quién soy, pregunto, soy Natalia la esposa de Adán, ese hombre que ha hablado contigo tantas veces, esa alma perdida no tenía idea de que nos iríamos de aquí juntos, tomó decisiones sin hablarme, y ahora estoy aquí, en la orilla de afuera esperando vender mi alma para reunirme con él. No creí que te convencería, pensé que tal vez tú eras más inteligente, pero veo que no, te ha tomado en tu momento de desesperación, de locura y has caído. Sólo viste tus resultados, ni siquiera hablaste con otro médico, nada, no sabes si tienes remedio. Pero ya no hay vuelta atrás; de hoy en adelante tendrás que buscar más almas que llevarle a él para que pueda dejarte ir. Yo no he muerto aún, Adán solucionó mis problemas al menos por ahora, créeme que intenté hacerte comprender, entender, pero no tenía voz ya que sólo es mi ansia y mi pensamiento el que está aquí, físicamente estoy en otro lado. Es casi como estar en dos dimensiones, dimensiones en las cuales has entrado ahora que has vendido tu alma. Mejorarás, tu salud será buena al menos por un tiempo, porque recuerda que, al vender tu alma has vendido tu cuerpo, eres su “juguete” y el decidirá hasta cuando vivirás. Yo seguía sin poder articular palabra, sólo atinaba a asentir sus comentarios, estaba aterrado. Cuando pude reaccionar ella tampoco estaba más ahí. Estaba yo parado en la acera como un idiota, en la orilla interior, intenté en vano de ir al centro, no pude.
He despertado en el sofá, vuelvo a creer que todo fue un sueño. Pero no es así, en ese momento se escucha un ruido, al sentarme veo temeroso como empieza a borrarse el suelo, como empiezan a aparecer relámpagos de tormenta, escucho lamentos aterradores, he tapado mis oídos pero es inútil, los oigo dentro de mi cabeza, todo el suelo ha desaparecido por completo todo son rocas, llamaradas, relámpagos de pronto siento una sensación horrible, un miedo enorme, no puedo dar crédito a lo que mis ojos ven, ahí está Adán totalmente descompuesto, me mira con ojos de piedad, intento extender mi mano para ayudarlo pero me es inútil, el viento puede tumbarme. Trato nuevamente pero él cae en un abismo profundo, negro. No puedo evitar ponerme a llorar como un chiquillo, no sé ya si es por él o porque ese será mi futuro.
Me la he pasado durmiendo, no entiendo porqué si se supone que he vendido mi alma ya debería de estar mejor y no lo siento así. Con todas mis dudas me levanto y decido ir a ver al médico, que me diga de una vez qué está pasando conmigo. Salgo a la calle y por más que intento no logro caminar por el centro, qué importa ya. No he visto a ninguno de los dos, ni a Adán ni a Natalia. Llego al consultorio médico y hay mucha gente en la sala de espera, escucho voces que murmuran pero nadie ha movido la boca. Buen día señorita, tengo cita con el doctor, tome asiento, me dice. Me siento a lado de una mujer muy guapa pero con ojos muy tristes. Apenas iba yo a preguntarle que le sucedía, cuando escucho una voz murmurando que dice, no se qué he hecho para tener esta enfermedad maldita, no quiero morir, tengo tanto por hacer, si pudiera vender mi alma. Doy un brinco en mi asiento, algo me obliga a hablar con ella, tengo la necesidad de decirle que efectivamente puede vender su alma cuando de pronto me llaman a mi cita. Paso y el doctor me ve sonriente, me explica que los resultados son graves pero que tengo remedio, que se puede hacer éste y aquél tratamiento, que todavía tengo años por delante. Cuando escucho esto me echo a llorar, el doctor no entiende, trata de decirme que no tenga miedo que todo saldrá bien, él no entiende, no sabe que ya nada tiene remedio, que estoy condenado en vida.
Cuando salgo de ahí veo en la sala a la mujer, hay alguien que habla con ella, hay alguien a su lado. Conozco esa voz, cuando levanta la mirada me doy cuenta aterrado que es Natalia, trata de convencerla de que todo estará bien, cuando paso a su lado se cruza mi mirada con la de esta dama que no sé su nombre. Nos vemos afuera, le murmuró, yo puedo ayudarte.

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