20.3.13

Buscando un nuevo comienzo...(sólo un suspiro...)

Para expresarte lo que siento, Para que comprendas... No soy la misma No soy igual... Haberte conocido El haberte sentido, No creí tener esta suerte La incredulidad me inundó siempre Poca fe en que a mi llegarías... Y así fue, llegaste y te fuiste de mi lado Sin un adiós, Sin un porque... Justo cuando me habías convencido De que estabas ahí Decidiste marcharte... Dejándome en la nada, Llena de un gran vacío, Que jamás creí conocer; Intento, créeme De encontrar un sentido... Vivo los días porque respiro, Vivo para que vean que vivo No siento, No soy... Y a veces hasta creo, Que ni siquiera existo...

21.5.11

Ser zombie no costea


Imagínate el cuadro: ahí vamos el “solovino” y yo a pleno solazo, cargando el torso de un pobre infeliz al que hemos puesto ropa decente y hasta peinado. Uno que otro vecino del barrio voltea a mirar, pero a éstas alturas ya nada sorprende a nadie; y créeme, a como está la cosa, esto es lo menos “gore” que van a ver. Subimos una pendiente interminable y nomás bajando, veo la casa de Marianita mi vecina. Sé que vive sola, porque aún en mi estado, de vez en cuando todavía me gusta ventanearla. Quizá lo más fácil hubiera sido comérmela (si, con m) desde hace ya mucho, pero es que debiste ver sus nalgas; sin duda las mejores que he visto en toda mi vida: redonditas, como dos balones de futbol, de ésas nalgas que tiemblan sólo lo justo, no como otras que se ven bien a simple vista, pero que parecen gelatina… no, no hablo de ti, tu eres perfecta todita, así como eres. Pero volviendo a Marianita, que desperdicio, la verdad… pero es que el alimento es escaso y el hambre es canija, así que ni hablar.
Finalmente llegamos. Nos acercamos a la puerta y nos aseguramos que nuestro muppet de carne y hueso pudiera verse por la ventana; lo hubieras visto, hasta lente oscuro le pusimos. El “solovino” tocó el timbre con la frente, pues tenía las manos ocupadas, y después de un rato, escuché los pasos de Marianita. –“¿Quién es?”- preguntó con su voz chillona, y se asomó por la ventana. Yo fingí la voz y le dije que era un representante de la Secretaria de Salud, cosa que después me pareció de lo más estúpido, pero que en ése momento y considerando que el tamaño del cerebro de Marianita era proporcionalmente opuesto al tamaño de su trasero, funcionó de maravilla. Antes de relatar lo sucedido al interior de la casa, déjame decirte que desde que le plantee la idea al “solovino”, le aclaré que él se podía comer cualquier cosa, pero que las nalgas eran para mí; fetiche, si quieres llamarlo así. ¿Y que hizo el pendejo nomas entrando? Exacto…
Total, la infortunada Marianita abrió la puerta y nos abalanzamos sobre ella. La pobre corrió hasta el cuarto de sus papás y cerró con llave. Íbamos decididos a forzar la cerradura, pero al pasar frente a la puerta de su cuarto, no pude evitar ver su laptop encendida. Por ahí escuché que si uno no quiere enterarse de algo, es mejor no buscar; pero ya ves como es uno de tonto, apenas me acerqué a la pantalla y ahí estaba el maldito Facebook a mi disposición. Cerré la sesión de mi comestible vecinita, y entré con mi nombre y contraseña. Sólo dos palabras bastaron para que mi imaginación te imaginara haciendo cosas que avergonzarían a la mismísima Sasha Grey. Dos palabras en la actualización de tu estado: “¡Que noche!”… Hija de la chingada… ¿Quién te cogió, quien te dejó tan satisfecha que hasta le agradeces?... en eso estaba, imaginándote toda ensalivada, jadeante; cuando uno de mis putrefactos dedos se atoró entre la S y la D… di el tirón y mi dedo se quedó en el puto teclado. Con todo y el coraje, alcancé a escuchar que el “solovino” todavía no podía abrir la puerta; pobrecito, pero es un pendejo. Si no fuera por mí, ya se hubiera muerto de hambre o alguno de los muchos aprendices de pistoleros mata-zombies ya le habría dado piso. –“¡a ver, quítate cabrón!”- le grité mientras de una patada abría la puerta, -“¿ya ves pendejo?, ¡así se hace!”- y él nomas se me quedó viendo, como esperando mi aprobación para entrar a merendarse a mi vecina, que para entonces ya se había desmayado del puritito miedo. Antes de que entrara, lo agarré y viéndolo fijamente en el único ojo bueno que le quedaba, le dije: -“acuérdate… las nalgas son mías”- quise pensar que me entendió y me regresé a seguir torturándome. En los menos de tres metros que separan las habitaciones, mi mente recreó tu interpretación del Kamasutra y entonces aquella teoría de que la gente postea porque en realidad se siente sola y necesita sentirse escuchada, perdió todo sentido... ¡Pinches psicólogos, chinguen a su Freudiana madre! ¿Qué no ven que ésta puta gozó tanto anoche que necesita restregárselo al mundo entero?... aunque pensándolo bien, ¿qué tal si ésas palabras en realidad son una queja?, ¿Qué tal que un dolor de muela no te dejó dormir en toda la noche?... pa’ acabarla, un cabrón que ni conozco me atacó sin compasión alguna en el Mafia Wars y ya me chingó mis propiedades en Las Vegas… termino de completar mis misiones, envío regalos a mi mafia, cambio mi estado: @comiéndome a Marianita; te vuelvo a pensar encuerada con una sonrisa permanente en el rostro, repaso tus fotos, y el hambre arrecia.
Definitivamente no era mi día, nomas entrar al cuarto, ¿Qué crees que estaba haciendo el angelito del “solovino”? así es… se estaba comiendo las nalgas de Marianita. El pobre infeliz volteó a verme, sonriendo, con la boca llena de carne a medio masticar; yo alcé los ojos y respiré profundamente. Recordé en donde guardaba Don Remigio la pistola que siempre presumía y fui por ella. Regresé y sin decir nada, le vacié toda la carga al “solovino”, por pendejo. Ya ni quise comer. El volver a saber de ti, combinado con el hecho de que mi anhelado manjar yacía en tripas ajenas, me hizo desistir. Recargué la pistola y me puse a pensar que si de por sí, los zombies éramos terroríficos, uno armado haría que la gente se cagara nomas de verlo. Me reí como zonzo; me senté en el reclinable de la sala y pensé otra vez en ésas dos palabras: “¡Que noche!”… suspiré y me resigné. A final de cuentas, ¿para qué me enojaba?... de todos modos yo ya no era un ser humano y tú todavía te veías muy bronceadita y con mucha vida… ¿Qué más daba si alguien, el que fuera, te hiciera ver fuegos artificiales noche a noche?, bien por ti… total, lo más seguro es que nunca te vuelva a ver; y si lo hiciera, ni te podría tocar por miedo a dejarte embarrada pedazos de mi carne... qué vergüenza… en fin…
Pasé como 20 minutos en silencio, hasta creo que me quede dormido un rato. Recogí la pistola de la mesita de centro; y me di algo de valor: “ahora si pinches humanos, prepárense a conocer al zombie marioalmadesco…”, apenas abrí la puerta, escuché una detonación y ¡tómala! Allá va mi bracito con todo y arma… todavía medio lampareado por el sol, alcanzo a distinguir a un grupo de unos tres mata-zombies… al parecer eran gringos, o pochos… ¿Por qué serán tan violentos ésos cabrones?... camino hasta donde cayó mi brazo para recoger la nueve, y ¡pow! Otro balazo, esta vez en la espalda… el colmo, matones con mala puntería. Volteó y me acerco al gordo que me ha estado disparando; suda a chorros… al tenerlo a menos de dos metros, me doy cuenta que se ha orinado del miedo… siento pena por él. Me detengo y otro tiro me tumba de cara al sol… chingao, se me olvidó cosechar en mi cyber-granja, ¿Quién va a cuidar de mi huerto? Ya encabronado por la ineptitud del gordo, levanto la cabeza y le grito: -“¡bueno cabrón, ¿Qué no has visto películas o qué?! ¡Es en la cabeza pendejo!”-, luego, ya no vi, ni escuché nada…

30.4.10

MIGUELITO...

Quiero empezar esta entrada diciéndote que esto no es un lamento, al contrario Miguelín, esto es una celebración. Hoy celebro el que hace ya casi 10 años hayas iluminado nuestras vidas con tu llegada. Celebro a ése niño de cinco años, aquel que siempre se despertaba con una sonrisa en su rostro. Celebro los días que pasé junto a ti; la ida al zoológico, las idas al cine y tus palomitas con chingo de chile, las visitas al mall de McAllen, a las jugueterías, el Gatorade sobre tu camiseta limpia, tus enormes bocados de comida… Pero sobre todas las cosas, te celebro a ti, al hermoso ser humano que eres.
Estoy consciente de que las cosas nunca van a volver a ser como antes… tambien me he dado cuenta de que los deseos y anhelos no son intercambiables por promesas y mandas; y esta bien, no me quejo por ello. Espero volver a verte algún día Miguelín, pero aún si eso no ocurre nunca, quiero desearte toda la felicidad del mundo.
Quizá lo siguiente no venga al caso, pero aquí te dejo algunos consejillos que espero te ayuden a lo largo de tu vida…

• Ríete un chingo…
• Cuando te empiece a salir el primer bigote y pelillos en la barba, por favor rasúratelos, así algún día tendrás un vello facial decente, jeje.
• Se amable con la gente, y siempre que ayudes a una persona con discapacidad, acuérdate de mi.
• Nunca tengas miedo a hablarle a una mujer, menos si es hermosa. Es más, siempre busca a las viejas mas buenas; total, da lo mismo que te rechace una bonita que una fea. Créeme, vas a tener un buen promedio de aceptación.
• Fútbol.- Por el amor de Dios, nunca te hagas aficionado al América… yo te aconsejo que si vas a escoger un equipo le vayas a los gloriosos Pumas de la UNAM, pero tampoco quiero influir demasiado. Otros equipo aceptables son: Chivas, y pues cualquiera de los equipos de tu terruño.
• Fútbol Americano.- Solo te voy a decir dos palabras: Dallas Cowboys.
• Aprende a escuchar todo tipo de música, desde norteñas hasta clásica. Eso si, prohibido hacerte EMO.
• Disfruta de la comida y cuando crezcas, del buen vino. Si es rodeado de amigos, mucho mejor.
• Nunca digas cosas que puedan lastimar a tus seres queridos, recuerda que las palabras no son retornables.
• Ve cine de todo el mundo.

Por lo pronto, es todo lo que se me ocurre… pero prometo que tu tío te seguirá iluminando con su sabiduría, jeje. Por último, aquí te dejo una canción que cada que la escucho, me hace recordarte.
Te quiero mucho sobrinito, se feliz.



15.12.09

EL KIKE


Este es un pequeñito cuento infantil que escribi pa' un hijo adoptivo que tengo en Mérida...

Si, de veras, yo lo conocí desde que era chiquito. La verdad, yo siempre le vi facultades. Tendría unos cuatro años cuando tocó su primer balón y desde entonces tenía un toque endemoniado; tiró a puerta y no solo se llevó de corbata al pobre portero, también perforó la red. Por ahí algunos exagerados dicen que el balón llegó hasta Cancún, pero yo siento que esos son puros cuentos. En fin, nomas vieron que el chamaco tenia aptitudes y luego luego lo reclutaron para la escuela de futbol Chac Mol, ésa la del monito acostado, de donde salieron Ponciano “El Tronco” Pérez y “La Caguama” Bermúdez. Enrique Peón se llamaba. Después de que metió dieciséis goles en un partido de la categoria pony, en el cual por cierto sólo jugó quince minutos, le apodaron el “Super Kike”; muy original sin duda. Fue campeón de goleo municipal, estatal y nacional, y todo en su primer año como futbolista. Era un fenómeno. Y no lo digo por sus cejas de gusano quemador, lo digo porque en verdad en México no se había visto algo así desde el mismísimo “Niño de Oro” Hugo Sánchez.

Pero como todas las historias buenas, ésta tambien tenía su lado oscuro y trágico. Resulta que en el futuro del prodigio en ciernes, ya se vislumbraba toda una serie de disputas legales e intervenciones de varios promotores ambiciosos. Algunos actuaban de buena fé, y otros tantos sólo lo veían como una solución a sus problemas. Tal era el caso de un tal Tiburcio Román, un mercenario del norte, un apostador empedernido y mal jugador, para acabarla de amolar. Según él venía en representación del Arsenal, de la Juventus de Turín y del Rancho Grande FC. Lo que el pretencioso promotor balín no dijo, era que pensaba llevarse a la reciente joya del futbol nacional a jugar a un campo de arroz en China, para que en los descansos entre juego y juego el pobre se dedicara a cosechar el arroz que se servía en las mesas de la clase gobernante. “Arroz Guang Ho” se llamaría, creo que en español significa algo como arroz asesino o algo así. El caso es que el gobierno chino pretendía usarlo como un estandarte para alentar a toda la juventud a jugar al futbol y por supuesto, a cosechar arroz. Los padres de “Super Kike” firmaron inmediatamente la cesión de los derechos y junto al promotor se dirigieron a ver el último partido que su hijo disputaba en suelo nacional. Se dio el silbatazo inicial y los pequeños jugadores intercambiaron balonazos a diestra y siniestra. Nomás le cayó el balón a los pies, y Kike comenzó a hacer magia. Primero burló a todos los jugadores, incluidos sus propios compañeros de equipo, luego enfiló hacia la portería rival y con sus nuevos zapatos Mike asestó un trallazo mortal. La esférica salió a ocho mil kilómetros por hora y se estrelló en el poste derecho; la gente no lo podía creer: ¡Kike, el “Super Kike” había fallado! El balón salió disparado directamente a la cara de Tiburcio Román y lo evaporizó para siempre de la faz de la Tierra. Si, así como lo oye, lo evaporizó. No crea que saltaron tripas; no nada de eso, simplemente Tiburcio desapareció, como fantasma. Justo como había llegado.

Pasaron los años y el Kike siguió cosechando triunfos y despedazando récords. Toda la prensa en general especulaba sobre cual seria el destino de la súper estrella. Pero Kike no se acongojaba en pensar en ello. Él tenía bien claro su destino; sólo pensaba en dos colores: el azul y el azul celeste. Enterados de lo anterior, tanto el Cruz Azul, como los Venados de Mérida, enviaron representantes a tratar de convencer a la joven promesa de ingresar a sus filas. Yo se que usted no me va a creer, pero aquí es donde la historia se convirtió en algo fuera de este mundo. Resulta que Kike decidió firmar por los dos equipos de sus amores. Si, entendió bien. Todos los fines de semana, “Super Kike” jugaba dos partidos. El problema vino aquel verano del 2014, cuando los dos equipos se enfrentaron en la final del campeonato mexicano.

¿Qué si jugó para los dos equipos la final? Claro, el partido quedó 23-23, con 46 goles del gran Kike. ¿Qué le puedo decir? Kike era demasiado Kike.