15.12.09

EL KIKE


Este es un pequeñito cuento infantil que escribi pa' un hijo adoptivo que tengo en Mérida...

Si, de veras, yo lo conocí desde que era chiquito. La verdad, yo siempre le vi facultades. Tendría unos cuatro años cuando tocó su primer balón y desde entonces tenía un toque endemoniado; tiró a puerta y no solo se llevó de corbata al pobre portero, también perforó la red. Por ahí algunos exagerados dicen que el balón llegó hasta Cancún, pero yo siento que esos son puros cuentos. En fin, nomas vieron que el chamaco tenia aptitudes y luego luego lo reclutaron para la escuela de futbol Chac Mol, ésa la del monito acostado, de donde salieron Ponciano “El Tronco” Pérez y “La Caguama” Bermúdez. Enrique Peón se llamaba. Después de que metió dieciséis goles en un partido de la categoria pony, en el cual por cierto sólo jugó quince minutos, le apodaron el “Super Kike”; muy original sin duda. Fue campeón de goleo municipal, estatal y nacional, y todo en su primer año como futbolista. Era un fenómeno. Y no lo digo por sus cejas de gusano quemador, lo digo porque en verdad en México no se había visto algo así desde el mismísimo “Niño de Oro” Hugo Sánchez.

Pero como todas las historias buenas, ésta tambien tenía su lado oscuro y trágico. Resulta que en el futuro del prodigio en ciernes, ya se vislumbraba toda una serie de disputas legales e intervenciones de varios promotores ambiciosos. Algunos actuaban de buena fé, y otros tantos sólo lo veían como una solución a sus problemas. Tal era el caso de un tal Tiburcio Román, un mercenario del norte, un apostador empedernido y mal jugador, para acabarla de amolar. Según él venía en representación del Arsenal, de la Juventus de Turín y del Rancho Grande FC. Lo que el pretencioso promotor balín no dijo, era que pensaba llevarse a la reciente joya del futbol nacional a jugar a un campo de arroz en China, para que en los descansos entre juego y juego el pobre se dedicara a cosechar el arroz que se servía en las mesas de la clase gobernante. “Arroz Guang Ho” se llamaría, creo que en español significa algo como arroz asesino o algo así. El caso es que el gobierno chino pretendía usarlo como un estandarte para alentar a toda la juventud a jugar al futbol y por supuesto, a cosechar arroz. Los padres de “Super Kike” firmaron inmediatamente la cesión de los derechos y junto al promotor se dirigieron a ver el último partido que su hijo disputaba en suelo nacional. Se dio el silbatazo inicial y los pequeños jugadores intercambiaron balonazos a diestra y siniestra. Nomás le cayó el balón a los pies, y Kike comenzó a hacer magia. Primero burló a todos los jugadores, incluidos sus propios compañeros de equipo, luego enfiló hacia la portería rival y con sus nuevos zapatos Mike asestó un trallazo mortal. La esférica salió a ocho mil kilómetros por hora y se estrelló en el poste derecho; la gente no lo podía creer: ¡Kike, el “Super Kike” había fallado! El balón salió disparado directamente a la cara de Tiburcio Román y lo evaporizó para siempre de la faz de la Tierra. Si, así como lo oye, lo evaporizó. No crea que saltaron tripas; no nada de eso, simplemente Tiburcio desapareció, como fantasma. Justo como había llegado.

Pasaron los años y el Kike siguió cosechando triunfos y despedazando récords. Toda la prensa en general especulaba sobre cual seria el destino de la súper estrella. Pero Kike no se acongojaba en pensar en ello. Él tenía bien claro su destino; sólo pensaba en dos colores: el azul y el azul celeste. Enterados de lo anterior, tanto el Cruz Azul, como los Venados de Mérida, enviaron representantes a tratar de convencer a la joven promesa de ingresar a sus filas. Yo se que usted no me va a creer, pero aquí es donde la historia se convirtió en algo fuera de este mundo. Resulta que Kike decidió firmar por los dos equipos de sus amores. Si, entendió bien. Todos los fines de semana, “Super Kike” jugaba dos partidos. El problema vino aquel verano del 2014, cuando los dos equipos se enfrentaron en la final del campeonato mexicano.

¿Qué si jugó para los dos equipos la final? Claro, el partido quedó 23-23, con 46 goles del gran Kike. ¿Qué le puedo decir? Kike era demasiado Kike.


14.6.09

ESTRUCTURA......

Quisiera mantenerlos mas o menos al tanto del desarrollo del documental:

Por lo pronto, al parecer ya cuento con una especialista que esta dispuesta a participar en él. Se llama Irene Torices y es la directora de un grupo educativo interdisciplinario enfocado hacia las personas con discapacidad. Me va a conceder una entrevista la cual espero salga en el corte final. Su participación es interesante, pues pese a no contar con una discapacidad, si ha convivido toda su vida con ella, ya que dos de sus hermanos padecen algún tipo de ésta. Yo le comenté que le iba a estar enviando avances del proyecto, en cuanto a su estructura principalmente.
A pesar de contar con una idea general, la verdad no se ni por dónde empezar... además me encabrona que se me acumule chamba de la contabilidad, cosa que me impide dedicarle mas tiempo al proyecto. Lo mas seguro es que busque un co-productor, con la intención de conseguir equipo de a grapa, jeje... básicamente necesito alguien que sepa de fotografía, pues es importante darle un "look" profesional a la película.
En esta semana o en la próxima mandaré correos y entablaré contactos.
Ya los mantendré informados.

3.6.09

DOCUMENTAL.......

Primero que nada; quiero agradecerle a mi socia en este blog, a mi amadísima TT por prestarme este espacio para compartir lo siguiente con todos ustedes.

Por cierto, esperen pronto el final de “El Preventivo”.

Desde hace tiempo he traído la idea por ahí de realizar una película. Desgraciadamente, debo confesar que soy muy inconsistente en mis proyectos, razón por la cual nunca la pude llevar a cabo. No me malentiendan, por supuesto que sigue siendo mi intención poder ver algún día una de mis historias en una pantalla, simplemente la idea se ha deformado un poquillo.

Voy a realizar un documental. No se si realmente lo pueda terminar ni cuanto tiempo me tardaré en hacerlo. No se si algún día pueda verse en algún festival, o quede hecho una verdadera mierda. Es más, ni siquiera se si lo llegue a terminar. Lo que si les aseguro es que nunca había estado tan decidido a realizar una película. Y créanme, no lo hago por vanidad ni con el afán de ser reconocido. Les aseguro que lo hago por razones meramente personales, que me afectan a mí y a miles de personas en todo México.

Va de antemano dedicado a todo aquellos que nunca han sentido el contacto de otra piel… ¡va por ustedes raza!

31.3.09

Lejos...














Teté Tovar


La oscuridad era casi total, podía verla aunque en realidad era su imaginación la que hacia todo el trabajo. Estaba ahí, apartada del mundo enredada entre sus sabanas. Él intentaba mantener el equilibrio, contener la respiración. Quería que lo escuchara, que le viera pero al mismo tiempo no era necesario irrumpir en su mundo de esa forma tan salvaje. Ella emitió un suspiro, casi casi como un susurro que lo hizo volver a su realidad. Su aroma, ese aroma a tierra mojada hacía que su mente se volviera loca, que su razón perdiera el juicio.

A lo lejos sólo se escucha el murmullo del río que pasa suave llevándose su deseo, sus ganas de robarle cada instante de esa noche, cada momento de sus sueños. Ese ir y venir del agua era lo que le ayudaba a conciliar el sueño. Aunque ahora en su cama lo envolvía un calor delicioso que hacia que su mente viajara a encontrarse con ella, podía olerla, podía sentir su tibieza sobre su cuerpo, así era como la conocía, así era como la quería. Él dejaba que ella besara cada centímetro de su piel, que hiciera de él lo que sus manos quisieran, lo que su cuerpo deseara. Acercaba su rostro al suyo, sus manos a sus pequeños pechos, una caricia tras otra, un beso después de otro. Su olor más íntimo inunda la habitación, lo lleva al límite de su paciencia, no resiste más.

Vuelve la serenidad, la toca suavemente, le da miedo que se desvanezca. La luz es tenue, opaca. Poco a poco ella se contonea, quiere tenerlo cerca, lo más cerca posible de sus deseos, de sus pensamientos. Él intenta pedirle que no vaya tan deprisa pero ella no lo escucha, sigue manejando sus deseos más escondidos sobre todo lo que él pueda sentir. A pesar de eso le gusta dejarla ser, ver como es dueña de cada minuto a su lado, de cada dejo de tenue luz de luna que entra por la ventana. Todo se vuelve confuso, ella desapareció, él seguía sintiendo su calidez rodeando su cuerpo, su fuerza comenzaba a extinguirse, la bruma lo envolvió por completo.

Lo despierta el vaivén del río, el suave sonido de la brisa. Pueda verla a través de su ventana sentada ahí bajo los primeros rayos de sol. Se ve tan ajena a todo, él sólo quiere abrazarle, que sienta que él está ahí...aunque ella ya lo sabe...

5.3.09

YO AMO EL FUT


YO AMO EL FUTBOL

Por: Carlos Román Cárdenas



Tim Wisenhurst era un gringo muy buena gente. Había nacido en la ciudad de Filadelfia, en el estado de Pensilvania. De chiquito siempre soñó con un día poder jugar para sus adoradas Águilas. Se veía a si mismo portando un jersey verde y una alas plateadas en su casco reluciente. Desafortunadamente la naturaleza no lo dotó de la más mínima gracia para el deporte. Es por eso que después de una serie de madrizas en el campo de lodo, decidió reservar su amor al fútbol americano sólo para la seguridad de la sala de televisión, y eso si, muy arropado. A veces hasta se ponía su casco de mentiritas.

Si ganaban las Águilas iba a casa de su novia y la invitaba al cine, luego a cenar. Si perdían, se quedaba sentado en el sillón tratando de digerir la derrota; más tarde iba a casa de su novia, pero sólo para recibir consuelo. A ella le gustaba que perdieran las Águilas porque de ésa manera podía apapacharlo más.

Tim, como muchos otros norteamericanos de clase media, se enroló en el ejército al salir de la preparatoria. Al cumplir con su estadía reglamentaria, ingresó a la universidad estatal de Pensilvania, a cursar la carrera de administración. Un semestre antes de graduarse, se casó con Pam, su novia de toda la vida. A los dos años, nació su primer hijo. Tim entró a trabajar en una compañía transnacional y al poco tiempo le ofrecieron ir como gerente a la planta que la empresa tenía en la ciudad de Reynosa, México. No le agradaba mucho la idea, pero el pago y las prestaciones eran excelentes. Convenció a su esposa prometiéndole que vivirían en McAllen, y que ella ni siquiera tendría necesidad de cruzar al lado mexicano. Al llegar, la compañía ya les había conseguido un departamento en un lujoso edificio. Pam eligió departamento para no echar raíces, según ella. A los pocos meses ya había hecho amistad con casi todos los inquilinos. Ya en la nochecita, cuando su marido no llegaba temprano, bajaba con un plato de comida para Arnulfo, el velador. Ése fue su más vivo acercamiento a la cultura nacional.

A Tim nunca le interesó el verdadero fútbol, el que se juega con los pies y al que sus paisanos se empeñan en llamar soccer. Es por eso que su pequeño hijo se sorprendió al verlo tan entusiasmado, comprando la camiseta de la selección nacional de Estados Unidos en Soriana Periférico. Y no hablo de la versión pirata, no señor. Era la original, la Nike. Más se sorprendió al ver que al salir de ahí, su padre fue al centro a comprar algunas replicas marca Mike, casi igualitas a la original pero con la palomita un poco chueca y a menos de la mitad del precio. Lo que no sabía el desconcertado Tim júnior, era que su papá tenía una razón muy poderosa para hacer todo eso: fomentar la convivencia y la camaradería entre los empleados de la maquiladora. Para esto, había apostado con los obreros una carne asada, con todo y pisto. Claro, siempre y cuando la selección mexicana venciera a su contraparte gringa en la final de la Copa de Oro.

Francisco Mejía nació, creció y vivió en un pueblo de Veracruz toda su vida. Sus amigos le decían “el feto”, porque según ellos estaba mal hecho, como a medio acabar. Al terminar el primer año de secundaria, “el feto” Mejía tuvo que abandonar la escuela para ayudarle a su padre a mantener la casa. Cuando tenía dieciséis años se casó con Macrina, la vecinita que acostumbraba ventanear mientras se bañaba; a los cuatro meses fue papá. A los veinte, ya tenía tres hijos.

Un día, un camión llegó al pueblo. Por sus viejas bocinas, una voz distorsionada invitaba a la población a unirse al progreso y a la prosperidad. Ni siquiera necesitaban tener experiencia, el único requisito era estar dispuesto a ir a vivir a la ciudad de Reynosa. Allí tendrían trabajo seguro y serían recibidos con los brazos abiertos. No lo pensó mucho. Para la tarde ya iba trepado en un camión rumbo a la frontera. Iba solo. Ya estando bien establecido, mandaría por su esposa y sus hijos. Llegó y de inmediato consiguió trabajo en una fábrica. El horario era muy pesado, pero la paga era buena. A los tres meses se trajo a su mujer con todo y niños, se acomodaron en una casita de interés social ahí en “Jarochina”, misma que compartieron con otra familia. A veces, los efectos de las Modelo le invitaban a extrañar su tierra, pero el cansancio siempre era más rápido. Macrina odiaba la ciudad, sus aironazos y ése constante terregal. Por las tardes se salía a platicar con las vecinas y se tomaba un refresco sentada en la banqueta, mientras los niños correteaban por la calle llena de topes. En invierno se la pasaba encerrada, engordando, de mal humor. Fue así que se transformó en la “Big Mac”.

Para Francisco “el feto” Mejía, el fútbol era la vida misma. Aficionado de corazón, soñaba con algún día asistir a un partido de la Selección Nacional o del América, el equipo de sus amores. Su ídolo era Cuauhtémoc Blanco y cuando algo le salía bien en la chamba o en la vida diaria, le imitaba hincándose en el suelo mientras alzaba los brazos a la manera del ilustre tepiteño. Ésa navidad su mujer le regaló una camiseta del Real Madrid, que es lo mismo que el América, pero en versión gachupina. De ahí en adelante, Francisco la usaba todos los fines de semana, sin importar si hacía frío o calor. Los domingos toda la familia iba a misa de once. Esto era un martirio para “el feto”, ya que eso le representaba el perderse los primeros quince minutos del juego del mediodía. Afortunadamente pronto tuvo carro, por lo que el daño no llegaba al medio tiempo. Cuando el América ganaba, era tarde de pollito asado. Cuando perdían, borrachera segura e insultos para la pobre “Big Mac”.

Un domingo, Macrina y los niños fueron solos a la iglesia. Ése día, se jugaba la final de la Copa de Oro. Francisco y sus compañeros acordaron con su patrón usar la camiseta de la selección de Estados Unidos durante toda una semana. Claro, siempre y cuando los gringos vencieran al Tri.

Era un amontonadero. Todo el turno de la tarde se agolpó para ver lo que pasaba. Algunos hasta se treparon a la malla para alcanzar a ver mejor. Nadie se movía. A unos veinte metros de ahí, el cadáver de Tim Wisenhurst yacía a un lado de su flamante camioneta, con la cabeza partida. Un poco mas allá, dentro de una patrulla; Francisco “el feto” Mejía… con ojos vidriosos y con la camiseta de la selección de Estados Unidos puesta.



FIN

7.1.09

Buscándote...

Teté Tovar



Buscaba desesperadamente donde encontrarte. El día apenas empezaba y yo ya estaba encuerdada en este ir y venir tan ponzoñoso. Carros por todos lados, llenos de enojos, frustraciones y demasías. Había que hacer mil cosas y nada, nada lograba hacer que mis pies se movieran uno detrás del otro. El cielo se iba abriendo como tus brazos cada vez que te veía, pero ni así lograba encontrarte. Los minutos se hacen pequeños y decido sentarme en la banqueta, mis ojos sólo se mueven de un lado a otro, no hay remedio. Los autos pasan, casi vacíos con uno o dos dentro. Y sigo aquí, sentada casi en el suelo sin remedio. La luz es roja y entonces, sólo entonces logro ponerme de nuevo en pie para intentar encontrarte, paso entre tanta rueda, entre tanto metal. El humo me ciega, me ahoga pero no me mata, bueno hasta ahorita no me ha matado. Veremos mañana. Regreso a mi espacio, a mi momento anterior cuando pensaba que no te encontraba. La banqueta se ha convertido en mi refugio, en ese justo instante anterior a ser de nuevo algo para ti. Amarillo, rojo, nuevamente me pongo en movimiento, el calor me agobia, el frío me invade. Son situaciones tan encontradas que en momentos ni se entienden, no sé que pasó, en que momento perdí lo poco que era, lo mucho que sentía.

He estado tan absorta en mí que ha pasado un auto velozmente a mi lado, por poco y no deja nada del orgullo que me queda. Es lo único que me ha ayudado a continuar buscándote, esperando cada instante anterior a perderte. Eres lo que soy, por eso quiero encontrarte sólo así me hallaré en paz. Rojo, verde, tengo que refugiarme en alguna parte para que no lleguen a mi tantos golpes juntos, tantos sinsabores cotidianos. Pongo un pie sobre la banqueta y el otro se queda en la cuneta, me detengo sin pensar sintiendo un aire helado pasar rozando mi espalda. Giro sobre mí y te veo allí, de nuevo tan absorto en tus pensamientos sin prestar un poco de tu atención en mi pequeña e insignificante persona. En realidad no me conoces, nunca me has visto, ni idea tienes que existo. Yo en cambio sé al menos tu nombre y te veo a diario, pero eso es lo de menos, lo de más es sólo eso, verte. Entre tanto escape maloliente y tanta llanta acalorada, intento caminar para acercarme a ti. Verde, rojo, de nuevo se detiene la vida por un instante, que aprovecho para estar cerca pero tu, tu sigues en lo tuyo, ni siquiera has bajado ese vidrio que nos separa, que siempre me hace a un lado. No me queda más que ver como te alejas de nuevo, como mi vida se va prendada dentro de tanto humo gris. Y yo de pie, en pausa, guardando la mueca que de improviso hace mi cara quedándose en mi rostro por el resto de la tarde. Si ya es tarde, casi de noche y aquí sigo, de un lado a otro todo el tiempo caminando sobre mis pasos una y otra vez. La luna apenas empieza a asomar sus cuernos sobre ese cielo tan pero tan azul. Las luces me inundan, a veces pienso que son destellos que mi mente desocupada imagina, tantos colores y sombras no pueden ser reales, no son palpables entonces sólo existen dentro de mi torcido cerebro.

Te he esperado, sé que tienes que volver, siempre tan apurado viviendo tu vida dentro de ese mundito de cuatro ruedas. Amarillo, rojo... ¿o verde? Realmente nunca me había puesto a pensar porqué tienen ese orden, quién decidió que el rojo sería para que te detuvieras, el amarillo para que estuvieras en guardia y el verde para que pasaras sin verme. Nunca lo sabré y en el fondo no me importa, no me sirve de nada, me es inútil esa información. Siento ese aire helado de nuevo mientras muero de calor, me roza el cuerpo haciendo que mi piel se erice sin que pueda evitarlo. Caí, sobre este asfalto gris noche, veo la luna sobre mi, tan cerca que sólo le murmuro “encontré lo desesperadamente buscaba, te encontré...”