14.6.08

La Noche...


La Noche...

Teté Tovar


Un rayo partió el cielo en dos alumbrando el camino, ha pensado que no es una salida, que debe regresar a la ciudad, a su casa. Da vuelta en U sobre la carretera, siente las llantas sobre el pavimento mojado, pesadas igual que su cabeza. El camino siempre es más largo de regreso ¿será porque en el fondo no quiere volver? Puede ser, pero en este momento siente que es la mejor opción…la única.

Mete la llave en la cerradura sólo para darse cuenta que la puerta está abierta ¿quién pudo dejarla así, si él es quien vive aquí?, entra con cuidado vigilando cada rincón y sus espaldas, no enciende la luz porque está casi seguro que hay alguien; camina despacio y de pronto siente como un aire helado le pega por un costado, da la vuelta rápidamente y es ahí cuando descubre que la ventana está abierta, el corazón le da un vuelco pensando que no está solo. Continua caminando por el pasillo que lleva a la recamara, pasa por el estudio y de reojo ve una sombra, voltea bruscamente y ya no está; nuevamente ese aire gélido ahora con olor a humedad. Ha llegado a la recamara y no hay nadie sigue estando solo.

Entra lentamente a su recamara y entre sombras ve que hay alguien ahí, sobre el suelo. Tontamente busca encender la luz desde la pared, pero bruscamente vienen imágenes a su cabeza en total desorden. Al fin logra prender la luz sólo para descubrir un escenario impactante, aterrador, desconcertante; el cuerpo de una mujer totalmente destrozado, mutilado, ensangrentado. Las imágenes vuelven a su cabeza. No puede creer lo que sus ojos están viendo, se ha inclinado en el suelo con un dolor profundo en su estómago, quiere reaccionar pero el miedo se lo impide. A rastras sale del cuarto y logra llegar al teléfono llamando a la policía. Minutos más tarde aparecen, se asombran con horror, es demasiada sangre, demasiada saña. “¿Tiene a alguien en mente? ¿Sospecha de alguien en particular?” le preguntaban una y otra vez, “¿Usted llegó y la puerta estaba abierta? ¿A que hora llegó?” continuaban insistentes. Él no podía pensar, no lograba entender quién era esa mujer, porqué estaba muerta en SU casa. “Por el momento es todo, estaremos en contacto”. Al fin se fueron no sin antes recomendarle que se fuera a un hotel ya que su casa era la “escena del crimen” y no podía estar ahí.

Tiene el rostro entre sus manos, el sudor le corre por la espalda. La ha visto en la calle caminando despreocupadamente mientras él aquí se desintegra. Le ha llamado pidiéndole que venga, sabe que vendrá, la conoce perfectamente. Decide darse un baño para recibirla relajado y que ella no sospeche lo molesto que está. Se ha vestido y ya terminó de acomodar la sala, todo en perfecta armonía. Se sienta mientras fuma un cigarro intentando calmar sus ansias de tenerla de frente. Tocan a la puerta, va a abrir sintiendo como se le eriza la piel y se le nubla el pensamiento; abre y es ella “¿Cómo estás? Vine tan pronto salí de la oficina” dijo ella, “pasa, te estaba esperando” le decía mientras ponía una copa de vino en sus manos rozando sus dedos suavemente, “siéntate y cuéntame ¿cómo te fue hoy?” quería de alguna forma disimular sus ganas de gritarle que la había visto, tenía que guardarse para después. “Bien, el día estuvo bien” contesto ella sintiendo que él la veía insistente, “ya sabes como es el jefe, sólo quiere tener las cosas a tiempo sin importarle nada más” él dejó su vaso en la mesa y se acerco a besarla, rozó sus labios suavemente al tiempo que ella se estremecía, pasó su mano por su cabello la deslizo por sus mejillas y la posó sobre su hombro; ella suspiraba entrecerrando sus ojos mientras besaba sus labios, esos labios que hoy se sentían secos. Alejó su rostro del de ella y le dijo “te he amado desde que te conocí, cada momento separados me hace muy infeliz” decía esto al tiempo que la tomaba de la mano levantándose del sofá, “yo siento lo mismo cada vez que tengo que dejarte” decía ella siguiéndolo por el pasillo rumbo a la habitación.

La luz era la apropiada para una escena romántica, todo estaba listo. Primero le haría el amor y después…sólo dios sabe que pasaría. Abrió suavemente la puerta y entraron a la penumbra, sólo la luz tintineante de las velas iluminaba un poco sus rostros. “¡Qué hermoso es todo esto! ¿Es para mi?” preguntó ella titubeante, “Si, para ti, por ti…” contesto el acercando su rostro al de ella para besarla; la atrajo hacia él y unieron sus labios en un interminable y apasionado beso. Él bajo sus manos por su espalda para posarse en sus caderas, ella no podía dejar de suspirar, lentamente él la posó en la cama y dejo caer su cuerpo sobre el de ella. Entre tanto suspiro él se detuvo a preguntarle en un susurro “¿de verdad me amas?” ella asintió con su cabeza sin dejar de besarlo. Bajo por su rostro, se deslizó sobre su cuello y siguió su camino hacia su paraíso, ese paraíso tantas veces añorado, se detuvo de pronto y se enderezó para ver su rostro, ella tenía los ojos entrecerrados disfrutando cada caricia, cada roce. De pronto, sin aviso alguno, el puso sus manos en el cuello de ella, “eres mentirosa, patética, hipócrita” gritaba, ella intentaba decir algo pero no salían sonidos de su boca, sólo atinaba a mirarlo asombrada, asustada intentando con sus manos sacarse de aquella tortura, “¡siempre me has mentido, no deberías estar viva, farsante!” “Estabas con él, cuando no estabas conmigo, estabas con él ¡te vi!”. Ella abrió aún más sus ojos, y él empezó a golpearla brutalmente con furia, una y otra vez, no le importó lastimarla ni ver la sangre correr por esas mejillas que tanto había besado. De pronto paró, se retiró y suspiró, ella estaba aún consciente, tremendamente lastimada, pero consciente. La dejó ahí tirada, como despojo humano, fue al baño y trajo una toalla para limpiarle la sangre, cuando hacia esto empezó a besarla de nuevo, tiernamente, beso sus ojos, sus mejillas golpeadas, sus labios. Sus manos empezaron a acariciarla de nuevo, ella gemía y él continuaba besándola excitándose con esos sonidos pensando que ella disfrutaba, su mente se nublaba borrando los momentos previos a este encuentro. Fue desnudándola poco a poco dejando que ella “disfrutara” sus manos, sus roces. Al tenerla totalmente desnuda le hizo el amor lentamente, amorosamente. “Eres todo para mí, eres mi vida” le susurraba, de pronto todo terminó, ella intentó incorporarse cuando él la tomó por los hombros y empezó a golpearla, cerró su puño y lo dejo caer sobre su rostro ensangrentado, se levantó de la cama, la atrajo hacía sí y la aventó contra la mesa de noche. Ella sólo atinó a gritar mientras caía al suelo golpeándose el cuerpo contra la mesa, cuando empezaba a levantarse él la tomó del brazo diciéndole “estas perdida, desearás no haber nacido, no haberme conocido” la arrastró y comenzó a patearla, una y otra vez mientras le gritaba “eres patética, ridícula, pensaste que no me daría cuenta, creíste que era un tonto que jamás se enteraría…estás pérdida”. Ella dentro de su dolor no atinaba a entender qué le decía, porqué la maltrataba de esa forma pero de pronto decidió no luchar más, se dejaría llevar hasta que él la matara. Por un momento ella creyó que eso no sucedería, él la dejó ahí y se fue.
Caminó por el pasillo torpemente, dejando rastros de la sangre de ella por toda la pared. Llegó a la cocina, se sentó, prendió un cigarro y continuó tomando su copa de vino. No decía nada, sólo recapitulaba imágenes de ella con él; iban y venían imágenes, mil vueltas. Su corazón latía rápidamente, el sudor apareció en sus sienes, aventó el cigarro en el fregadero tomó un cuchillo y volvió cegado al cuarto. Ella estaba en el suelo, sangrando de todo el rostro, él la tomo del cabello y le gritó “esto lo has buscado, lo mereces, tómalo que es tuyo” y dejo caer toda su fuerza en el brazo que sostenía ese chuchillo enterrándolo por completo en su vientre una y otra vez, con saña, con coraje, con furia. Ella ya no emitía sonido alguno, de pronto él se detuvo, la besó y se alejó.

Llegó al hotel y pidió una habitación con vista a la calle, necesitaba al menos abrir la ventana para sentir el aire en su rostro, estaba demasiado confundido. Seguía sin entender que había sucedido en su casa, tanta sangre, tanta saña, tanta confusión lo abrumaban enormemente. Levantó el teléfono y contestó una voz femenina “Recepción, ¿en qué podemos servirle?”, “¿podría traerme un café y algo de cenar?” dijo entrecortadamente, “ahí sobre su mesa de noche tiene el menú, si gusta ordenar algo de ahí con gusto se lo llevarán a su habitación” contestó la voz femenina amablemente, “ah si, disculpe, llamo en un momento” colgó el teléfono y tomó el menú para ver cual sería su cena, no tenía hambre pero sabía que si no comía alguna cosa su estómago se lo reclamaría más tarde. Volvió a tomar el teléfono y marcó de nuevo “recepción, ¿en qué podemos servirle?” contestó nuevamente esa voz tan amable, tan dulce, “disculpe ¿podrían traerme a mi habitación un café americano y un club sándwich? Habitación 208” pidió titubeante, “si sr., en un momento lo subimos” dijo la voz colgando el auricular. Se levantó de la cama y fue a lavarse las manos, temblaba.
De pronto se encontró solo, era una especie de bodegón abandonado. Miro a su alrededor y no veía claro, no sabía en dónde estaba. Decidió salir de ahí para ver si lograba ubicarse, caminó intentando ajustar su visión en la oscuridad. Empujó una gran puerta y ésta se abrió dejando entrar una cantidad enorme de luz que lastimaba sus ojos; los entrecerró y continuó su camino, ya era de día, cómo llegó ahí, no tenía idea pero debía encontrar respuestas. Caminó un largo camino y entró en un oxxo para comprar un poco de agua, a ver si así podía entender porque su camisa tenía algunas manchas de sangre, se la había quitado para poder entrar a comprar el agua. Se acercó a la caja a pagar y el cajero tenía encendida la televisión “nada se sabe del sospechoso” decía la voz, “el mesero fue encontrado muerto en uno de los pasillos del hotel; murió debido a las puñaladas propinadas por un sujeto que aún no ha sido identificado”, “ijóle, lo mataron muy feo” dijo el cajero “no tienen ningún dato, yo creo que fue el mismo que mató a la vieja la semana pasada, p's igual lo acuchilló” sólo atinó a pagar y murmurar un “santo dios” y salió de ahí con la mente muy nublada.
Apenas avanzó unos pasos cuando de pronto algo lo hizo volver, un impulso lo fue guiando hasta que se vio parado frente al mostrador, el joven le preguntó si había olvidado algo, "si, es que este bote de agua está caliente, será que tienes alguno que esté más frío" decía esto mientras le regresaba al joven el bote de agua, éste se fue hacia el refrigerador que está en la parte posterior de la tienda, él fue tras él y ya estando ahí se dio cuenta que no había nadie más y lo tomó por la espalda puso una mano en la nuca empujándolo hacia una puerta que estaba a un lado de los refrigeradores; lo metió ahí y ya adentro lo golpeo fuerte en el rostro una y otra vez hasta que quedó inconsciente, después encontró un cuchillo cebollero y lo apuñaló una y otra vez, con furia. Cubierto de sangre salió de ahí sin ser visto.
"Se nos volvió a escapar" dijo enojado el comandante "¿cómo es posible tanta ineptitud?" los policías iban y venían determinando el perímetro fuera del local para evitar que los curiosos dañaran las pocas pistas que pudiera haber. "Quiero que tomen cada evidencia que puedan encontrar, ¡todas!" insistió el comandante "no quiero enterarme, por el bien de ustedes, que alguien cometió un error, por pequeño que sea". El lugar era semejante al lugar del crimen anterior, sangre por todos lados, furia representada en el número de puñaladas, pero era en un lugar más expuesto, más público. "¿Cómo es posible que nadie haya visto nada?" refunfuñaba el comandante y luego en su mente repetía "tengo que atraparlo, algún error cometerá y estaré ahí para refundirlo en la cárcel". Subió a su patrulla y se alejó del lugar rumbo a la comandancia. El cuerpo del joven fue llevado a la morgue para practicarle la autopsia y así tener más pistas que añadir a las pocas encontradas en el lugar.
Nuevamente está en un lugar extraño, ni idea tiene de cómo llegó ahí, después entre sombras vio a una mujer que se acercó a él y le dijo "¿te sientes mejor?" él se limitó a observarla y a tratar de ubicarse. Ella salió de la habitación para traerle algo de beber, él se levantó y fue al baño "bonito, limpio" pensó "quién será ella, porqué me trajo aquí" se lavó la cara, no podía recordar que había pasado, todo en su cabeza era tan confuso que temía perder la razón por completo. "Veo que ya te levantaste, ¿quieres venir a la sala? creo que estaremos más cómodos" le dijo ella cariñosamente como si lo conociera desde hace tiempo, él la siguió en silencio, se sentó en el cómodo sofá y ella le ofreció una taza de café. El la miraba fijamente como queriendo reconocerla, pero no, no lograba ubicar esos ojos de un verde muy profundo, sabía que la conocía pero no recordaba nada. Ella se levantó y fue hacia la cocina, él fue tras ella y mientras ella lavaba la taza, él colocó sus manos en su cuello suavemente, ella aceptó la caricia ladeando un poco la cabeza lo que hizo que él pudiera admirarlo en todo su esplendor. De pronto él sintió deseos de cortarle la respiración, la soltó bruscamente dando un salto atrás; ella se volvió y dijo "¿qué te sucede?" él sólo se dio la vuelta y volvió a la sala. Ella lo siguió preguntando "¿hice algo que te incomodó?" insistió, él sólo movió la cabeza negando y se sentó de nuevo en el sofá, ella se sentó a su lado en silencio con la mirada fija en el rostro de él.
Llegó la noche y en la oscuridad él intentaba dormir, ella respiraba profundamente a su lado ajena a todo lo que pasaba por la cabeza de él. De pronto se volvió hacia ella, tenía su rostro apacible frente al suyo, en la penumbra distinguía sus rasgos "es bella" pensó mientras continuaba observándola en silencio, comenzó a acariciar su cabello, bajó por sus mejillas y llegó a su cuello, nuevamente tuvo esa sensación de tomarla fuertemente y llevarse sus suspiros, sin pensar fue colocando su otra mano en su cara cubriendo sus labios, apretó un poco más y vio que ella no despertaba, eso le hizo sentir poderoso, en control total de su vida y la de ella. Suavemente la soltó, ella seguía sumida profundamente en su sueño, él le dio la espalda totalmente agitado, extasiado. "No entiendo qué me pasa, porqué este impulso de hacerle daño" se acurrucó en la cama intentando dormir, "aún no logro recordar quién es ella, pero siento que la conozco, que no debo lastimarla" pensaba al tiempo que sus párpados se cerraban. De pronto se vio frente al espejo del baño, el rostro desencajado, no tuvo más que salir de ahí un impulso lo llevaba a buscar, a encontrar algo. Salió sigilosamente, como un ladrón, ella sólo se dio la vuelta en la cama durmiendo profundamente. El silencio y la quietud volvieron a esa casa. Mientras él se alejaba rápidamente, sentía una necesidad de algo, no sabia bien que; continuo su camino, le llevo varios minutos sentirse en el lugar correcto. Entró y pidió el menú, sentado junto a la ventana en ese café de traileros parecía uno más, se acercó a él una linda mesera, sonriente y amable, "¿qué desea ordenar?" dijo suavemente, él se volvió a mirarla y sintió un escalofrío que le recorría la espalda, "por ahora sólo café negro, sin azúcar" dijo casi en un susurro. Ella tomó el menú y se alejó contoneando sus caderas al unísono de la música ambiental. Él continuaba viendo fijamente sus manos, no podía apartar su vista de ellas hasta que volvió la mesera con el café "aquí tiene" le dijo inclinándose un poco sobre él "tenga cuidado que está caliente", él solo atinó a asentir y bajo la mirada sonrojándose. Echo azúcar a su café, lo meneo con la cuchara y dio un sorbo. Así pasaron varios minutos que se convirtieron en una hora, hora y más. Ella volvió a acercarse "desea más café" preguntó, él sólo puso su mano sobre la taza en señal de que no, ya era suficiente. Ella se alejó un poco desconcertada al ver que él no pronunciaba palabra alguna. De pronto él se levantó y fue hacia los baños, entró al de caballeros y mojo su rostro con agua fría, mil imágenes venían a su cabeza, una tras otra, como en película, sentía que perdía el sentido.
"¿Cómo es posible que haya sucedido de nuevo? hay demasiada gente aquí, ¿nadie vio nada? ¡Increíble!" gritaba el comandante enfurecido. Paquita la cocinera, simplemente sollozaba, no podía creer lo que veían sus ojos, sangre por todos lados y el cuerpo de su amiga, tirado ahí, como trapo viejo. "Dígame señora, ¿qué fue lo que pasó?" dijo el comandante, "no es posible que nadie escuchara nada" repetía incrédulo. "¡Ay señor! yo estaba en la cocina, con la música no se escucha nada" repetía ella llorando a mares "pobre niña, pobre" decía una y otra vez mientras se limpiaba el rostro. "A ver señora, serénese" decía el comandante impaciente "empecemos de nuevo, ¿usted estaba en la cocina cuando escucho...?" "nada, no le digo que no escuche nada" repitió ella y se echo a llorar nuevamente" "déjela un ratito jefe" le dijo un policía al comandante "deje que al menos digiera lo que ha pasado con su amiga" le dijo separándolo de la mujer "¡Bah!, no es posible que haya matado de nuevo y se nos haya escapado" comentó molesto, "esto me costará el puesto, lo sé" se dijo a sí mismo. Al llegar los forenses se asombraron de lo que encontraron, apenas afuera del baño estaba tirado el cuerpo de la mujer, de la sonriente y amable mesera, tenia marcas en el cuello, la habían estrangulado y su cuerpo estaba ensangrentado, alguien le había dado varias "puñaladas" pero no con cuchillo sino con un pedazo de vidrio cortado del espejo del baño de caballeros. Era demasiada la sangre, demasiada la saña. Después de varias horas terminaron al fin de recoger las pocas evidencias que había, “demonios, no sé qué hacer, ni por donde empezar a buscarlo” se dijo a si mismo el comandante, “no se preocupe mi jefe, verá como ahora no se nos escapa” dijo el policía casi sonriente, “¿ya vio lo que hay ahí?” le preguntó casi maliciosamente, “no, ¿qué es?” preguntó el comandante. “Una huella de zapato” dijo casi triunfante el policía “yo creo que con eso ya lo atrapamos”. En el suelo estaba una huella de un zapato, una huella hecha con sangre, sangre de la mesera; los forenses no habían reparado en ella ya que pensaron que era de algún despistado policía que no había tenido el suficiente cuidado, pero no, era una huella diferente a las de los zapatos usados por los policías. Tomaron fotos y se retiraron del lugar. La ambulancia ya pudo entrar por el cuerpo ensangrentado de la mesera.
“¿Porqué aún no amanece?” se preguntaba una y otra vez “estoy harto de tanta oscuridad” pensaba mientras continuaba sentado en una roca, había salido corriendo del restaurante y el aliento sólo le alcanzó para llegar hasta ahí, ya no pudo más, su cabeza continuaba confusa y esas imágenes iban y venían. No entendía lo que pasaba, el rostro de esa mujer con la que dormía lo miraba sonriente. El rostro de la mesera lo veía con expresión asustada y angustiada. “No entiendo nada” se decía “¿estaré volviéndome loco?” se preguntaba en la oscuridad de la noche. “¿Porqué mis manos tienen sangre?”, las imágenes se repetían, él con el rostro mojado, ella abriendo la puerta del baño preguntándole si se sentía bien, él se acercaba a ella “todo es tan confuso” pensaba. Él la abrazaba, casi sollozando. Ella asustada intentó escapar de aquel abrazo. Él no le permitió alejarse, acarició su rostro y posó sus manos en su cuello. Ella intentó en vano alejarse. Él no la dejó, empezó a oprimir su cuello con sus manos, casi con delicadeza, ella le pidió que la soltara. Él no escuchó. Ella sentía que se ahogaba, él no podía soltarla, no quería soltarla. Ella perdió el sentido, él la soltó. De pronto comenzó a recordar lo que había hecho, empezó a respirar agitado, no podía creerlo. “Ese no soy yo” pensó “no puedo ser yo” repitió en voz alta. Se lleno de coraje al soltarla, quebró el espejo con su puño y tomó un pedazo de vidrio “¿porqué me permites que te haga esto?” le gritaba a la mujer que yacía en el suelo “¿porqué?” Levantó la mano y dejo caer el puño cerrado con el vidrio, atravesó su cuerpo. “Yo no quería hacerte daño pero tu…tu me lo pediste, tu me lo permitiste” continuaba diciéndole a la mujer como si ésta pudiera escucharlo. “Tu tienes la culpa de lo que te sucede, tu me engañaste, tu me traicionaste” una y otra vez levantaba la mano para dejarla caer con el vidrio abriendo el cuerpo de ella que en ese momento ya no tenía vida. “No soy yo” se repetía “sólo un loco puede hacer eso”.

“Qué olor tan penetrante, qué sensación tan agobiante” pensaba mientras intentaba limpiar la sangre de sus manos, de su rostro, de su alma. No entendía nada, se acababa de dar cuenta de que era un asesino; no lograba calmarse. De pronto pensó, “¡santo dios! La he matado, he sido yo el que dejó esa estela de sangre en mi departamento, el que le ha robado la vida a ella, a su mujer, a su amada”. Se levantó de la roca y empezó a caminar sin rumbo, de pronto recordó que había dejado su auto en una calle frente al hotel, ese maldito hotel. “Tengo que volver, esto tiene que terminar” camina hasta ese lugar, entra en su auto y nota que el cielo se está nublando, hay tormenta, rayos. Empieza a manejar para de vuelta a casa, para reunirse con ella; pedirle perdón y unirse nuevamente con ella.

El comandante no puede dar crédito a lo que ven sus ojos, “no es posible, creí estar tan cerca del asesino” decía mientras llevaba sus manos a su cabeza, “no se preocupe mi comandante” le dijo su asistente “lo único malo es que después de esto, tendremos que empezar de nuevo”. Ahí, en aquella sala llena de sangre, en aquél lugar dónde hace unos días yacía el cuerpo lastimado de aquella mujer; encontró el cuerpo de aquél hombre, aquél que creyó era el asesino de tantos, de todos. No sabe qué pista perdió, no sabe en qué momento se descuidó. “Acordonen el área, recojan evidencias, esta vez no podemos equivocarnos” gritó enojado el comandante, para después alejarse del lugar incrédulo. En aquella ciudad comenzaba a llover al fin, después de tanto rayo, después de tanto tiempo.

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