27.9.08

EL PREVENTIVO..... 3a. Parte.


EL PREVENTIVO
Carlos Román Cárdenas


4:27 P.M.

Poco después del arrollador triunfo de Arnulfo, él y su familia se dirigieron a una comida que les organizaron los vecinos de su colonia. Hubo cabrito en salsa y en sangrita, carne asada, frijoles a la charra, arroz, tortillas de harina y ríos de cerveza. Ya cuando pardeaba, la mayoría de la distinguida concurrencia se hallaba con media estocada dentro. En la mesa de honor, Don Epigmenio Carmona y Don Cipriano flanqueaban a su futura estrella. Un entusiasmado Arnulfo, seguía con atención las palabras de Carmona mientras sus ojos contemplaban el plato de cabrito casi lleno. –“Vas a ver muchacho, yo te voy a convertir en una estrella, ¡que Santo ni que la chingada!, vas a ser rico y famoso, las mujeres te van a perseguir a montones y tus películas le van a dar la vuelta al mundo; ¡nos vamos a hacer ricos, chingao!, ¡salud!”-. Los ojos del productor centelleaban cada que de sus labios salían elogios para el Preventivo; y más lo hicieron cuando llegó Rosita. Arnulfo se levantó de inmediato y besó a su novia. La mirada lasciva de Carmona trataba de adivinar las curvas bajo el vestido floreado, casi transparente de la curvilínea muchacha. Ella sintió la pesadez y se sintió incómoda; quiso disculparse y largarse de ahí, pero la insistencia de los empresarios y la mirada suplicante de Arnulfo, la detuvieron. Así transcurrió el resto de la tarde: entre elogios, litros de alcohol y el acoso insistente de Carmona hacia la pobre Rosita. Pronto, llegó la noche.

10:15 P.M.

Apenas pusieron un pie dentro del Imperial y una ovación ensordecedora los recibió. Todo se puso a modo: mesa enfrente de la pista y una botella de Chequers con aguas y hielo, todo por cuenta de la casa. El grupo disparó unas fanfarrias y Arnulfo tuvo que agradecer el gesto saludando a los presentes uno por uno, mesa por mesa. Por supuesto que Carmona aprovechó el momento para lanzarle toda clase de proposiciones indecorosas a Rosita. El viejo gordo y sudoroso se empeñaba en seducir a la muchacha que a punto estaba de vomitar los tacos de fajita. Las manos regordetas manoseaban sus muslos y trataban de ir más allá. Nunca la habían humillado de ésa manera; pero lo que más le podía era que su novio ni las manos metía. Por fin, Arnulfo regresó a la mesa y viendo que el acoso iba en aumento, sacó a su novia a bailar. Los ojos de Rosita echaban chispas del coraje. Nomás llegando a la pista le reclamó airadamente a Arnulfo su total indiferencia. El Preventivo estaba tan aturdido que no podía articular palabra; sólo le pedía paciencia a su novia bajo el argumento de que iba de por medio el futuro de los dos. Cuando dijo esto, Rosita se detuvo de golpe y todo el dolor de su mirada se clavó en la máscara anaranjada. Ella se dio media vuelta, regresó a la mesa y se sentó en el regazo de Carmona, quien no daba crédito a lo que pasaba. Sus ojos se clavaban en los senos de Rosita y sus manos nerviosas acariciaban a la joven. Desde la pista, Arnulfo sentía que la vida se le escurría. Quiso caminar, pero sus piernas no le respondieron. Ahí se quedó, en la pista, completamente solo; mientras en la mesa, Rosita dejaba que Carmona le metiera mano por donde le diera la gana. Del otro lado, el “cubitas” miraba mortificado y desviaba los ojos hacía Don Cipriano, quien ya estaba ahogado de borracho.

Todos los asistentes se fueron yendo y de salida aprovechaban para felicitar a Arnulfo; uno que otro le pedía una foto y éste accedía sin saber bien lo que hacía. Por fin pudo llegar hasta su silla, donde se desplomó pesadamente. Carmona le sonreía como agradeciéndole el gesto de cederle las generosas carnes de su novia. El Preventivo agachó la mirada y así se quedó durante las siguientes dos horas; tiempo que el libidinoso empresario aprovechó para saciar el hambre de su sexo decadente. Rosita tenía la mirada perdida, fija en la pista, donde el grupo ya entonaba algunos tristes danzones. Terminado el trance, Carmona se acercó a Arnulfo y le dijo al oído: -“Tu novia es una muchacha muy generosa, debe quererte mucho… felicidades muchacho, mañana firmas tu contrato”-. Dicho esto, se fue tambaleando, ayudado por el “cubitas”, que apenas si lanzó una mirada piadosa al luchador. Rosita también se dirigió a la salida y paró un taxi; detrás de ella venía Arnulfo corriendo, pero solo alcanzó a ver los ojos llorosos de su novia que se perdía con todo y carro entre las oscuras calles de la zona rosa.

Arnulfo no lo sabía, pero ésa sería la última vez que la vería. El recuerdo de los ojos de Rosita lo perseguiría por siempre...


CONTINUARÁ....


No hay comentarios: