19.11.08

Sola...

Teté Tovar


Llega y ahí la ve, sola, tumbada en la cama así como en descuido. Iba a acercarse a besarla pero algo lo detuvo, se quedó ahí parado en la puerta admirando la tranquilidad con la que ella dormía, respiraba. Sus ojos cerrados, perdidos en un mundo paralelo. De pronto ella se movió, sólo se dio la vuelta para continuar durmiendo profundamente. Él dio un brinco sorprendido, sus movimientos lo inquietaban, lo excitaban siempre. Al verla recordó cuantas veces sus manos han recorrido esas curvas que ahora se asoman entre las sabanas. Sus pechos pequeños, delicadamente blancos coronados por ese botón rosado. Tantas veces entre sus labios, tantos momentos entre sus manos. Ella dio un largo suspiro, él no quiso despertarla. Decidió quedarse ahí, continuar velando su sueño. Ese sueño tan ajeno a todo lo que pasaba por su mente. Él no podía evitar recordar la tarde en que la hizo suya por vez primera, cómo ella temblaba en sus brazos, él nunca supo si era miedo o tan solo una reacción de excitación. La arropó entre sus brazos y suavemente la llenó de él. Se dejó llevar por ese momento, todo en su mente dio vueltas y sintió que en su vida se iba en ello.

Habían sido tantos momentos postergados que al llenarse uno del otro, los suspiros se juntaron con la ansiedad de saberse al fin plenos y compartidos. El tiempo se detenía cada vez que la veía dormir. Por más que abría su mente, no entendía cómo podía excitarlo así, de esa forma tan loca. Ahora sus caderas asomaban entre la sabana, sus piernas tenían en medio una almohada, siempre dormía así, medio de lado medio boca abajo. Esto hacia que sus caderas quedaran a merced de la voluntad de él, aún así se resistió a perturbar su sueño. Respiró hondo y profundo para tratar de controlar su pasión que crecía con solo verla. Volvieron a su mente las imágenes que atesoraba de cada vez que estaba íntimamente con ella, como la desnudaba lentamente besándola poco a poco, buscando lugares nuevos, recovecos escondidos. Le encantaba erizar su cuerpo acariciándola mientras besaba cada centímetro de piel, después de esta tierna tortura se tumbaba sobre ella y entraba en su mundo. Moviéndose con suavidad, fundiéndose con su alma formando una aleación lenta y cálida. Siempre el deseo lo inundaba y su sutileza se volvía impaciente, sus movimientos rápidos, urgentes. Ella se arqueaba para unirse más a él, sus manos lo tocaban como si su cuerpo las quemara. De pronto todo era silencio, sólo quedaban sus cuerpos, húmedos uno del otro, llenos del placer más etéreo, más dulce.

De pronto algo la despertó, perezosamente se estiró en su cama, tenía una sonrisa en los labios. Tontamente se sentía plena, satisfecha. Se sentó en la cama y recordó su sueño. Él, siempre soñaba con él. Sabía quién era, conocía su nombre. Pero ignoraba su aroma, su sabor. Talvez no sea un sueño, talvez sólo talvez...

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