7.1.09

Buscándote...

Teté Tovar



Buscaba desesperadamente donde encontrarte. El día apenas empezaba y yo ya estaba encuerdada en este ir y venir tan ponzoñoso. Carros por todos lados, llenos de enojos, frustraciones y demasías. Había que hacer mil cosas y nada, nada lograba hacer que mis pies se movieran uno detrás del otro. El cielo se iba abriendo como tus brazos cada vez que te veía, pero ni así lograba encontrarte. Los minutos se hacen pequeños y decido sentarme en la banqueta, mis ojos sólo se mueven de un lado a otro, no hay remedio. Los autos pasan, casi vacíos con uno o dos dentro. Y sigo aquí, sentada casi en el suelo sin remedio. La luz es roja y entonces, sólo entonces logro ponerme de nuevo en pie para intentar encontrarte, paso entre tanta rueda, entre tanto metal. El humo me ciega, me ahoga pero no me mata, bueno hasta ahorita no me ha matado. Veremos mañana. Regreso a mi espacio, a mi momento anterior cuando pensaba que no te encontraba. La banqueta se ha convertido en mi refugio, en ese justo instante anterior a ser de nuevo algo para ti. Amarillo, rojo, nuevamente me pongo en movimiento, el calor me agobia, el frío me invade. Son situaciones tan encontradas que en momentos ni se entienden, no sé que pasó, en que momento perdí lo poco que era, lo mucho que sentía.

He estado tan absorta en mí que ha pasado un auto velozmente a mi lado, por poco y no deja nada del orgullo que me queda. Es lo único que me ha ayudado a continuar buscándote, esperando cada instante anterior a perderte. Eres lo que soy, por eso quiero encontrarte sólo así me hallaré en paz. Rojo, verde, tengo que refugiarme en alguna parte para que no lleguen a mi tantos golpes juntos, tantos sinsabores cotidianos. Pongo un pie sobre la banqueta y el otro se queda en la cuneta, me detengo sin pensar sintiendo un aire helado pasar rozando mi espalda. Giro sobre mí y te veo allí, de nuevo tan absorto en tus pensamientos sin prestar un poco de tu atención en mi pequeña e insignificante persona. En realidad no me conoces, nunca me has visto, ni idea tienes que existo. Yo en cambio sé al menos tu nombre y te veo a diario, pero eso es lo de menos, lo de más es sólo eso, verte. Entre tanto escape maloliente y tanta llanta acalorada, intento caminar para acercarme a ti. Verde, rojo, de nuevo se detiene la vida por un instante, que aprovecho para estar cerca pero tu, tu sigues en lo tuyo, ni siquiera has bajado ese vidrio que nos separa, que siempre me hace a un lado. No me queda más que ver como te alejas de nuevo, como mi vida se va prendada dentro de tanto humo gris. Y yo de pie, en pausa, guardando la mueca que de improviso hace mi cara quedándose en mi rostro por el resto de la tarde. Si ya es tarde, casi de noche y aquí sigo, de un lado a otro todo el tiempo caminando sobre mis pasos una y otra vez. La luna apenas empieza a asomar sus cuernos sobre ese cielo tan pero tan azul. Las luces me inundan, a veces pienso que son destellos que mi mente desocupada imagina, tantos colores y sombras no pueden ser reales, no son palpables entonces sólo existen dentro de mi torcido cerebro.

Te he esperado, sé que tienes que volver, siempre tan apurado viviendo tu vida dentro de ese mundito de cuatro ruedas. Amarillo, rojo... ¿o verde? Realmente nunca me había puesto a pensar porqué tienen ese orden, quién decidió que el rojo sería para que te detuvieras, el amarillo para que estuvieras en guardia y el verde para que pasaras sin verme. Nunca lo sabré y en el fondo no me importa, no me sirve de nada, me es inútil esa información. Siento ese aire helado de nuevo mientras muero de calor, me roza el cuerpo haciendo que mi piel se erice sin que pueda evitarlo. Caí, sobre este asfalto gris noche, veo la luna sobre mi, tan cerca que sólo le murmuro “encontré lo desesperadamente buscaba, te encontré...”