30.11.08

EL PREVENTIVO........ 8a. Parte


EL PREVENTIVO
Carlos Román Cárdenas




El rancho del Rizos era un búnker. Hombres armados patrullaban la propiedad y por la brecha, se habían instalado varios retenes y puntos de revisión. Dentro de la casona, los jefes de las distintas células del cártel esperaban nerviosos. No faltaba nadie. Casi no hablaban entre ellos, y por supuesto, nadie se atrevía a mencionar el sangriento incidente que los tenía allí reunidos. Afuera, dentro de las camionetas blindadas, decenas de sicarios aguardaban impacientes. Unos oían música, otros tomaban café. De vez en cuando se bajaban a estirar las piernas. Todos tenían miedo.

La temperatura comenzó a bajar y un viento helado cubrió la propiedad entera. Se levantó una polvareda tremenda, los hombres bajaron de las camionetas. No se podía ver nada; algunos desenfundaron sus armas. El aironazo amainó y una extraña neblina muy espesa, envolvió el rancho. Los capos miraban por los ventanales tratando de entender lo que estaba pasando. No eran tipos que se asustaran fácilmente, pero cuando alguien se enfrenta a cosas que no pertenecen a este mundo, se ve rebasado. Uno de ellos, el Jimmy, regresó a su sillón echando madres. –“¡¿Pos que se creen éstos cabrones, quiénes son o que?!”-. Todos volvieron a sus lugares. Las luces tiritaron y una mano helada se posó sobre el hombro del Rizos. –“Tranquilo mi Jimmy… tu eres nuevo en esto, por eso no sabes nada… pero no te apures, yo te lo voy a explicar…”- dijo Andrés mirándolo fijamente. Tulio y Veneno iban y venían tras los respaldos de los sillones. –“A ver, tranquilos… no hay necesidad de hacer un cagadal…”- dijo Don Tolo, el más viejo de todos, -“aquí lo que queremos es poder seguir trabajando, Don Andrés…”-. Andrés caminó hacia los portones de la sala y los atrancó, -“y eso es precisamente lo que vamos a hacer…”-.

Afuera sólo alcanzaron a escuchar un alarido espantoso. Minutos después salieron los jefes de los distintos cárteles, con los ojos desorbitados y bañados en sangre ajena. El guardaespaldas de Don Tolo, al ver que su patrón no salía, entró a la casona. Al entrar a la sala, se detuvo de golpe. Lo que vio le dio escalofríos: pedazos del Jimmy se hallaban regados por todas partes, las paredes salpicadas de sangre. Buscó y ahí estaba el desvencijado viejo, sentado sobre la duela, sollozando. Entre sus manos sostenía la cabeza del pobre infeliz; -“no había necesidad de todo esto, hombre… no había necesidad…”-.

-“Hoy creí verla… fue cuando regresábamos del rancho del Rizos… íbamos rumbo al puente y por una de las calles del centro vi su silueta… regresé, pero ya no estaba… supongo que le es fácil desaparecer… yo lo sé bien…”-.

A pesar de los magníficos resultados obtenidos de su reunión con los jefes de la maña, Andrés no se sentía bien. Andaba malhumorado y apenas si contestaba con monosílabos las entusiastas alharacas de sus compinches. Faltaba poco para que amaneciera y ya se preparaban para ocultarse de la luz del día. Andrés añoraba tanto ver el sol. Extrañaba aquellos días cuando su papá lo llevaba al pueblo a comprar el mandado y regresaba renegrido de tanto quemarse. Eran tiempos tranquilos; días en los que Reynosa no era mas que un pueblito de ésos que salen en las películas de vaqueros.

Entró a su habitación y pudo ver como los primeros rayos del amanecer se reflejaban en las calles casi vacías. Apenas se iba a acostar cuando el Veneno entró todo agitado; -“patrón… disculpe que lo moleste, pero ahí los buscan…”-. Andrés vio la mirada del sicario y no necesitó escuchar nada más. Salió corriendo y al llegar a la sala se detuvo bruscamente. Ahí parada frente al balcón, estaba Violeta. Su Violeta. –“Nunca me vas a dejar en paz, Andrés…”-. Dijo la jovencita mientras avanzaba unos pasos rumbo a la luz, dándole la espalda. –“siempre vas a estar ahí… presente… constante”-. Tulio y Veneno sólo cruzaban miradas de desconcierto. Andrés intentó acercarse; -“Violeta… escúchame, por favor… yo también tuve una familia, una vida… créeme, no ha sido fácil… y te juro mi amor, que si pudiera volver el tiempo, nunca te hubiera traído a éste mundo de oscuridad y muerte…”- el pálido joven cayó sobre sus rodillas y sus ojos enrojecieron. El olorcito a carne quemada anunciaba que el sol comenzaba a chamuscar las puntas de los pies de Violeta, pero ella ni gestos hacía. –“No entiendes… yo adoraba los días soleados, los parques… yo soñaba con ser maestra… salir con los niños al patio a jugar, a correr… no puedo más… no sirvo para vivir en las penumbras…”- el vampiro no encontraba las palabras que la reconfortaran. Sabía que cualquier cosa que dijera sonaría estúpida y la certeza de sentir la perdería, le hizo detenerse. Y ahí se quedó; callado, sin moverse, escuchando las palabras de Violeta sin siquiera reparar en el significado de las mismas. Rayos de sol perforaban la humanidad de la muchacha. Ella cerró los ojos y se lanzó al vacío. Una silueta de fuego adornó por unos breves instantes la aburrida mañana. Al piso sólo llegaron algunas cenizas y trozos de cristal. Arnulfo miró al suelo. –“Chin, otra vez estos cabrones aventando basura…”-.



Continuará........

19.11.08

Sola...

Teté Tovar


Llega y ahí la ve, sola, tumbada en la cama así como en descuido. Iba a acercarse a besarla pero algo lo detuvo, se quedó ahí parado en la puerta admirando la tranquilidad con la que ella dormía, respiraba. Sus ojos cerrados, perdidos en un mundo paralelo. De pronto ella se movió, sólo se dio la vuelta para continuar durmiendo profundamente. Él dio un brinco sorprendido, sus movimientos lo inquietaban, lo excitaban siempre. Al verla recordó cuantas veces sus manos han recorrido esas curvas que ahora se asoman entre las sabanas. Sus pechos pequeños, delicadamente blancos coronados por ese botón rosado. Tantas veces entre sus labios, tantos momentos entre sus manos. Ella dio un largo suspiro, él no quiso despertarla. Decidió quedarse ahí, continuar velando su sueño. Ese sueño tan ajeno a todo lo que pasaba por su mente. Él no podía evitar recordar la tarde en que la hizo suya por vez primera, cómo ella temblaba en sus brazos, él nunca supo si era miedo o tan solo una reacción de excitación. La arropó entre sus brazos y suavemente la llenó de él. Se dejó llevar por ese momento, todo en su mente dio vueltas y sintió que en su vida se iba en ello.

Habían sido tantos momentos postergados que al llenarse uno del otro, los suspiros se juntaron con la ansiedad de saberse al fin plenos y compartidos. El tiempo se detenía cada vez que la veía dormir. Por más que abría su mente, no entendía cómo podía excitarlo así, de esa forma tan loca. Ahora sus caderas asomaban entre la sabana, sus piernas tenían en medio una almohada, siempre dormía así, medio de lado medio boca abajo. Esto hacia que sus caderas quedaran a merced de la voluntad de él, aún así se resistió a perturbar su sueño. Respiró hondo y profundo para tratar de controlar su pasión que crecía con solo verla. Volvieron a su mente las imágenes que atesoraba de cada vez que estaba íntimamente con ella, como la desnudaba lentamente besándola poco a poco, buscando lugares nuevos, recovecos escondidos. Le encantaba erizar su cuerpo acariciándola mientras besaba cada centímetro de piel, después de esta tierna tortura se tumbaba sobre ella y entraba en su mundo. Moviéndose con suavidad, fundiéndose con su alma formando una aleación lenta y cálida. Siempre el deseo lo inundaba y su sutileza se volvía impaciente, sus movimientos rápidos, urgentes. Ella se arqueaba para unirse más a él, sus manos lo tocaban como si su cuerpo las quemara. De pronto todo era silencio, sólo quedaban sus cuerpos, húmedos uno del otro, llenos del placer más etéreo, más dulce.

De pronto algo la despertó, perezosamente se estiró en su cama, tenía una sonrisa en los labios. Tontamente se sentía plena, satisfecha. Se sentó en la cama y recordó su sueño. Él, siempre soñaba con él. Sabía quién era, conocía su nombre. Pero ignoraba su aroma, su sabor. Talvez no sea un sueño, talvez sólo talvez...